La Escuela de Pensamiento Ambiental y de Paz Humedal El Charquito (EPAP) es una organización comunitaria que surge en el 2018 en la vereda El Charquito, en la parte rural de Soacha.

La necesidad de los charcunos de ampliar sus conocimientos en educación ambiental le da origen a la EPAP. Por años, la comunidad ignoró la existencia del humedal El Charquito y lo utilizó como lavadero, además de que su nacedero fue la principal fuente de agua de la que se abastecieron las familias de la vereda antes de la construcción del acueducto. Los Lavaderos fue el nombre local de este cuerpo de agua hasta que la comunidad descubrió que se trataba de un humedal.

Este hallazgo y el llamado a cuidar el medio ambiente y preservar la vida terminó por impulsar la creación de la Escuela y consolidar sus líneas de trabajo.

Restaurar y conservar el humedal, cuyas aguas desembocan en el río Bogotá, es uno de los proyectos centrales de la EPAP. Al hacerlo, esta red de cuidadores pone en evidencia que el río es su cuenca y que su regeneración es relacional y sistémica. La práctica cotidiana de resistir, por medio de diferentes acciones de cuidado, para que haya agua limpia y comida en el territorio, es una forma de garantizar que los haya para todas las formas de vida que cohabitan en él: cuerpos ave, cuerpos humano, cuerpos río.

¡Baje aquí nuestra publicación digital para conocer la cuenca!

Al referirse al río Bogotá, los habitantes de El Charquito coinciden en afirmar que este está vivo. Al mismo tiempo, todos son testigos del estado crítico de contaminación de sus aguas, el cual ha transformado radicalmente la relación que los charcunos tienen con él. Como cuentan los miembros de la EPAP, los vecinos recuerdan que cuando empezó a bajar espuma del río, tuvieron que buscar otras fuentes de agua. La contaminación no solo ha desplazado la vida acuática, sino el vínculo material y afectivo que la gente ha entablado con el río.

A la contaminación se suman los impactos que ya había traído la construcción de la hidroeléctrica El Charquito -emblemática por ser la primera del país- a finales del siglo XIX, pues con esta se redujo el caudal de las principales fuentes hídricas de la vereda. La abundancia de agua que tuvo este territorio y que ahora está ausente ha hecho que la comunidad se organice y trabaje unida por el río.

En El Charquito, el río Bogotá vuelve a comportarse como un río de montaña.

Después de pasar por Bogotá y encontrarse con las compuertas de Alicachín, donde su pulso se detiene, sus aguas bajan hacia la vereda y se lavan gracias a la velocidad y turbulencia que adquieren con la caída. El río revive, pero no deja de estar contaminado. Se oxigena su atmósfera subacuática, nuevamente respira, pero la lluvia ácida de río sigue oxidando los alambres de púas y los marcos de las ventanas. Los cantos rodados de su cauce guardarán por cientos de años la memoria de este daño.

¿Cómo se come un río?

Inspirados por los esfuerzos de diversos colectivos que cuidan el río, el 26 de abril de 2023 convocamos a 16 habitantes y guardianes de la cuenca a un Piquete de Río Bogotá en el Salto de Tequendama.

Desde Villapinzón, Suesca, Sesquilé, Bogotá, El Charquito y el Tequendama se sumaron representantes de cabildos Muysca, acciones de restauración ecológica y gestión comunitaria del agua, educación ambiental, turismo de naturaleza, huerteros y líderes de mercados campesinos.

Fue un Piquete para soñar lo improbable: juntar cuidadores del río para comer en uno de sus puntos más contaminados, para conocer los alimentos de su cuenca y las recetas que se han transmitido por generaciones.

¡Un Piquete para compartir el amor por la cuenca, y claro… para comerse el río!