El nacimiento y la desembocadura de un río están conectados. Lo que ocurre aguas arriba, llega río abajo. Pero también, como sostienen los koguis, lo que pasa aguas abajo, reverbera cuenca arriba. Si fuera tiempo la información que circula por el cauce de un río, este no sería un tiempo lineal.
Esta perspectiva integral de la cuenca del río es lo que el proyecto Manos a la Cuenca viene proponiendo para el cuidado del territorio desde el 2017. Los usos del suelo están estrechamente ligados con el cuidado del agua; en articulación con la FESM, una de las acciones del proyecto es la de promover la restauración agroecológica. Dirigir la atención, corporal y afectivamente, hacia la siembra, ha permitido reactivar la memoria de los ancestros y de la tierra. Han brotado ibias, arracachas, chuguas, nabos y otros tubérculos de altura, que en la olla comunitaria hacen parte del sancocho con altura.
Además de promover la conservación del paisaje comestible y de los conocimientos asociados a este, relacionarse con el territorio desde la siembra y la ingesta ha despertado la reflexión frente a lo que significa comer la cuenca.