Ser recibido por un territorio implica primero llegar a él y luego abrirse a conocerlo: permitir que este entre en uno, recibirlo. Esto es lo que ha venido haciendo la Fundación Granja Ecológica El Porvenir desde hace tres décadas, cuando María Victoria Blanco y Carlos Cuervo, sus gestores, adquirieron un predio en la vereda San Francisco y empezaron su trabajo en la región del Tequendama.

Aunque la Fundación se consolidó formalmente en el año 2007, desde 1994 inició su trabajo de restauración y conservación del bosque de niebla en el predio en el que actualmente se encuentra la Reserva El Porvenir. Asimismo, creó un proyecto de producción sostenible basado en prácticas agroecológicas y silvopastoriles, que sigue vigente y hace parte de su iniciativa El Salto tiene Porvenir. La Casa Museo Tequendama, que la Fundación adquirió en 2011, es también parte de esta iniciativa y opera como una plataforma pedagógica que busca sensibilizar a la comunidad local y a sus visitantes sobre el río Bogotá.

Trabajamos por naturaleza es el lema de la Fundación. En el corazón de esa naturaleza está el río. Su labor en torno a su recuperación realza el valor patrimonial del río Bogotá y propone reconocerlo como sujeto de derechos. Así, sus integrantes han estado detrás de acciones claves en defensa del río que incluyen procesos de investigación sobre la fauna y la flora a la altura del Salto, la restitución y permanencia de su caudal ecológico (2014) y las declaratorias de la Casa Museo Tequendama como Bien de Interés Cultural de la Nación (Res. 3335 de Mincultura 2018) y del Salto del Tequendama como Patrimonio Natural de Colombia (Res. 1869 de Minambiente 2019).

Salta el Bogotá es la expresión que utiliza el artista Lázaro María Girón al referirse al río en este punto de su cauce. En el Tequendama, las aguas del río se desprenden por el abismo y chocan contra las piedras, 157 metros más abajo, dando inicio a la cuenca baja. Los viajeros del siglo XIX describen la caída como una mole, una masa, un trueno, un alud desprendido. En efecto, aquí el Bogotá parece desplegar toda su fuerza, la misma que trae en la memoria desde su nacimiento, pero también aquella capaz de anticipar la vitalidad que adquiere tras la caída. El viajero José María Gutiérrez de Alba decía que en el Salto el aspecto del río pasaba a ser más el de un río de leche que de agua.

En las mediciones recientes que se han hecho de la calidad del agua en la parte baja del Salto, el nivel de oxígeno disuelto llega a saturación, lo que significa que el río tiene los pulmones llenos de aire. La caída oxigena sus aguas y el río, de diferentes maneras, renace. Con más oxígeno, el río se autodepura. Asimismo, a partir de este punto que quiebra radicalmente su flujo, el río comienza a recibir las aguas de la cuenca baja, las cuales provienen de afluentes en su mayoría limpios. La densidad poblacional de esta parte de la cuenca es menor que la de las montañas del altiplano, lo que aligera la presión sobre el río y permite que su pulso se mantenga fuerte hasta su desembocadura.

Lo anterior no es insignificante. La desembocadura de un río es su segundo nacimiento. Así como en el páramo de Guacheneque el río nace de la lluvia que proviene de la cuenca del Orinoco y se choca contra la Cordillera Oriental, en el Salto del Tequendama el río se nutre del vapor de agua que se eleva desde el valle del Magdalena, donde desemboca, y se estrella contra el Escarpe Occidental de la sabana. Humboldt anotó: “Yo creo que no existe una caída de agua de esta altura por donde se precipite tanta agua y en la que se evapore tanta…uno ve el agua desaparecer en el aire”.

¡Baje aquí nuestra publicación digital para conocer la cuenca!

¿Cómo se come un río?

Inspirados por los esfuerzos de diversos colectivos que cuidan el río, el 26 de abril de 2023 convocamos a 16 habitantes y guardianes de la cuenca a un Piquete de Río Bogotá en el Salto de Tequendama.

Desde Villapinzón, Suesca, Sesquilé, Bogotá, El Charquito y el Tequendama se sumaron representantes de cabildos Muysca, acciones de restauración ecológica y gestión comunitaria del agua, educación ambiental, turismo de naturaleza, huerteros y líderes de mercados campesinos.

Fue un Piquete para soñar lo improbable: juntar cuidadores del río para comer en uno de sus puntos más contaminados, para conocer los alimentos de su cuenca y las recetas que se han transmitido por generaciones.

¡Un Piquete para compartir el amor por la cuenca, y claro… para comerse el río!